jueves, 23 de febrero de 2012

El Sitio de Baler.

http://www.grandesbatallas.es/batalla%20de%20baler.html



Resumen de la Batalla del Sitio de Baler

El asedio de Baler (30 de junio de 1898 - 2 de junio de 1899) es la defensa  de la última posición española en Las Filipinas. Durante casi un año,  54 soldados españoles  resistieron el ataque  de 400 soldados tagalos desde el interior de la pequeña iglesia de Baler.

Después de 337 días, el teniente Saturnino Martín Cerezo y sus compañeros, salieron de la iglesia, harapientos con los máuser enmohecidos, sin municiones, muchos desdentados, pero salieron con honor de la iglesia que les había protegido durante 337 días,  desfilando con marcialidad de cuatro en fondo orgullosos y con la cabeza bien levantada, recibiendo los honores de las tropas zagalas.
capitulacion de baler El sitio de Bales es la gesta de un pequeño grupo de españoles, los últimos de filipinas, que apagaba definitivamente  un Imperio de 400 años en América. El imperio terminó y la cultura, la lengua, el derecho, la religión y la tradición actual de los paises americanos de hoy, mucho tienen que ver con las de aquellos que durante 4 siglos defendieron con esfuerzo y sangre el Imperio Español en América.
LOS ULTIMOS DE FILIPINAS

Ficha del Sitio de Baler

FICHA SITIO DE BALER

Antecedentes Históricos de la Batalla del Sitio de Baler

A lo largo del siglo XIX los imperios murieron y también nacieron. Nacía el imperio americano. A lo largo del siglo XIX España perdió las colonias americanas, las continentales y las insulares, Cuba, Puerto Rico, Guam. El imperio español se desmoronaba y nos enfrentamos a la mayor crisis de la historia de España.

Muchos españoles murieron como héroes, lejos de su país y muchos murieron porque no tenían la 2.000 pesetas para librarse del servicio militar. Fue un guerra injusta y miles de españoles salieron de sus pueblos, de sus huertas, de sus aldeas y fábricas, simplemente por el hecho de ser pobres; y por eso fueron a la guerra y murieron en ella. Fueron los héroes del 98, los últimos de Filipinas

LA GUERRA CON USA

La situación a finales del siglo XIX era sumamente compleja, USA se abría paso a codazos, compraba territorios como Alaska, o se apropiaba de ellos como Hawái. Cuba y Puerto Rico estaban tan cerca que constituían una seria amenaza a la expansión del imperio de USA y los dueños de Cuba y de Puerto Rico eran los españoles.
El 25 de  abril de 1898 llegó el pretexto para limpiar esas islas de españoles. En Cuba saltaba por los aires el Maine.  Este hecho justificó  oportunamente la declaración de una guerra contra España. Pero la verdad fue que lo del Maine no fue un sabotaje español, fue un mero accidente como se demostró más tarde porque el  orificio ocasionado por la explosión se produjo en el interior  de la bodega y no por una mina de contacto. El colmo de la desfachatez americana fue que declarando la guerra el 25, se hacía con efecto retroactivo desde el 21 de abril … jajaja!!.  Es decir que el 25 de abril , ya llevábamos 4 días de guerra con USA y nosotros sin saberlo.
EXPLOSION DEL MAIN Los americanos, además de Cuba y Puerto Rico, querían también las Islas Filipinas, puertos ideales parea abastecer de carbón a sus colonias de Asia.
La guerra con los Estados Unidos fue un desastre; pero fue también una demostración magnífica del espíritu heroico de España, del heroísmo de los marinos españoles en Cavite y en Santiago de Cuba. El combate de Cavite fue entre una escuadra poderosísima, escuadra de acero, y una escuadra de madera. Mostraron los españoles, mandados por Patricio Montojo, una serenidad, un estoicismo,una intrepidez extraordinarias. Sabían que iban a ser destruidos, aniquilados, y serenamente se presentaron en línea de batalla y abrieron el fuego. Sabían que iban a jugar con ellos, como una fiera juega con un cordero, y se dispusieron sin vacilaciones, resueltamente, al combate.

main hundido en santiago En 1896 después del Pacto de Biak/Nna/BatoEmilio Aguinaldo se largó a Hong Kong con los bolsillos llenos de dinero. Aguinaldo pertenecía a  la sociedad secreta filipina denominada Katipunan  y a finales de 1897,  en ese clima de aparente paz, el gobierno español redujo el número de efectivos destinados en algunas de sus guarniciones.  España tenía desplegados en esos momentos unos 28.000 soldados en Filipinas, no eran muchos si los comparamos con los 100.000 que teníamos en Cuba.
Con la crisis de abril de 1898, el líder filipino, Aguinaldo volvió a las islas para dirigir la insurrección contra los españoles. Los filipinos en número mucho mayor, fueron tomando territorio; y los 28.000 efectivos allí desplazados ya no eran suficientes para repeler los ataques de los filipinos, eso sí, bien apoyados desde la costa por los buques de USA. 
Llegó el desastre de Cavite, donde se perdió toda la flota española en una hora y media. Los españoles tuvimos  800 bajas y los americanos no llegaron a 20.


Comienza el Sitio de Baler

En la isla de Luzón, en el Distrito Píncipe, estaba la pequeña población de Baler, un pueblecito situado sobre un recodo, al sur de la ensenada o bahía de su nombre, distante de la playa unos 1.000 metros cerca del Océano Pacífico. Contaba con un grupo escaso de casas dispersas y una iglesia.
Con un cabo y 4 guardias civiles filipinos, eran suficiente para  cumplir con la misión de controlar a los contrabandistas del lugar. Pero como consecuencia de la tensión , llegaron a Baler refuerzos, el teniente Mota, de 18 años, con 50 cazadores. Los cazadores del grupo expedicionarios, constituían la fuerza de choque de los españoles en las Filipinas.
Con los primeros ataque de los filipinos, esta fuerza de 50 efectivos fue masacrada , fue barrida del mapa rápidamente y el propio teniente Mota, se suicidó, se pegó un tiro antes de rendirse. Entonces, desde Manila, la capital, se volvieron a mandar más refuerzos  .

En febrero de 1898 salía de Manila una nueva expedición con dirección a Baler. Otros 54 cazadores al frente del capitán Enrique de la Morenas  y los tenientes Saturnino Martín Cerezo y Juan Alfonso Zayas, junto con el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones, se desplazaron a Baler. Eran 54 cazadores dispuestos a defender Baler  para los intereses de España.

LOS HEROES DE BALER En mayo    Aguinaldo y los suyos, financiados y armados por USA, volvieron clandestinamente a Filipinas y reanudaron la revolución contra los Españoles. Aguinaldo creyó  inocentemente que los americanos eran su aliados  en el proceso de su independencia de España.

Los 54 cazadores , llegaron a Baler se instalaron en el pueblo y fortificaron la comandancia. En la isla de Luzón, los españoles había fundado 1400 pueblos y en todos ellos, el principal edificio era la Iglesia. La iglesia de Baler estaba muy fortalecida, casi una auténtica fortaleza militar,  con unos profundos  muros perimetrales de 1,5 metros de ancho y unos 20 metros de fachada. Esta construcción era la más adecuada para resistir los fuertes huracanes, tan habituales en  este territorio. Enrique de las Morenas, acordó con el padre Carreño, que si las cosas se ponían difíciles, los españoles se retirarían a refugiarse a la Iglesia al ser el  lugar más sólido y seguro de la población .

La sociedad secreta Katipunan decide atacar a los españoles. Al frente de este ejército revolucionario estaba  Emilio Aguinaldo y Novicio Luna. Katipuna tenía miles de efectivos a su disposición y valer era una pieza muy apetitosa. Sería muy fácil tomar aquella iglesia defendida por tan solo 54 españoles. Pero las cosas no iban a ser tal como se lo imaginaba Aguinaldo.

El 27  julio de 1898  Enrique de las Morenas decide refugiarse con todo el destacamento en la iglesia del pueblo. Se van a defender de los filipinos con todo lo que tienen, que no es mucho; pero están decididos a aguantar hasta el final, hasta que lleguen más refuerzos o nuevas órdenes desde la capital, desde Manila.
La iglesia era reducida y de muros débiles.Se taparon las ventanas. En torno de la iglesia, muy próximo a sus paredes, el enemigo formó una recia trinchera.

Los españoles reúnen toda la alimentación   disponibles y la meten en la iglesia: 4.500 kgr de arroz en mal estado, habichuelas, tocino rancio, mucho azúcar pero no disponían de sal para conservar los alimentos frescos. Comienza la resistencia de Baler. Serán 337 días, lo que en principio iba  a ser una resistencia a la espera de refuerzos, se convirtió en una resistencia heroica. A las pocas horas los filipinos atacan la iglesia de Baler.

IGLESIA BALER Cientos de tagalos atacan a los españoles por todas las partes pero los cazadores logran repeler todas las ofensivas. Los tagalos después de reagruparse vuelven a la ofensiva y los españoles vuelven a repelerlos. Los días van pasando y la decisión de los españoles de defenderse no cambian, se han clavado al terreno y están dispuestos a soportar todos los envites tagalos hasta nuevas órdenes.
Los tagalos les enviaban a los sitiados, de tarde en tarde, mensajeros de paz; pero los sitiados los desdeñaban. Reducidos al interior de la iglesia, tabicadas las ventanas, la ventilación era deficiente; se respiraba un aire denso y viciado.
MAQUETA IGLESIA DE BALER El problema se llama ber-iberi.  Comenzó a asomar la terrible epidemia del ber-iberi. Los efectos comenzaban por los pies. Se hinchaban las extremidades inferiores con tumefacciones dolorosas; iba ascendiendo el mal, y poco a poco, entre dolores agudísimos, acababa la vida del atacado
El ber-iberi es una enfermedad producida por carencia de vitamina B1 (tiamina), que afecta el aparato cardiovascular (beri-beri húmedo) o el sistema nervioso (beriberi seco). En estos años todavía no se conocían las vitaminas. Se descascarillaba el arroz y en esa cáscara estaba la vitamina B1,  que tan necesaria era para los españoles. Muchos soldados se ven afectados por el beriberi y también por la disentería. La disentería es una enfermedad infecciosa asociada a dolor abdominal, fiebre, diarrea, e inflamación y ulceración de la boca.
IGLESIA BALER El teniente de las Morenas se desespera. La enfermería se fue llenado de soldados, incluso el mismo teniente estuvo afectado por el beriberi. Cuando se agotó las raciones de carne, se comieron lagartijas, ratas, serpientes. Cualquier animal que se movía era apto para el consumo. Y los hombres comenzaron a morir, la mayoría por las enfermedades y el hambre. Finalmente fallece el capitán Enrique de las Morenas y el teniente Juan Alfonso Zayas.
 

La situación es desesperada y al frente de la guarnición queda el teniente Saturnino Martín Cerezo. Los tagalos siguen atacando, ahora ya con cañones. Manila ya había caído y los filipinos llevan las piezas de artillería desde la capital a Baler para rematar a los españoles.
El techo de la iglesia fue destruido por el cañón enemigo. Lla lluvia inundaba los lechos. Apenas se dormía. La ropa se había gastado. Iban todos vestidos de andrajos. No había calzado. Se iba también casi descalzo. A todo esto el enemigo no cesaba de enviar mensajes de paz. Acabaron los sitiados por decir que no recibirían ya a ningún emisario.
La bandera española que flameaba en la torre se había consumido por el sol, la lluvia y el viento. Afortunadamente, en la iglesia pudieron encontrar telas de color amarillo y rojo. La bandera fue rehecha, pero la torre, a fuerza de cañonazos, se vino abajo.
España se había rendido a los americanos. El 13 de agosto de 1898 España firma el tratado de Paris donde capitula y entrega a USA, en el mismo tratado, las Filipinas, Cuba y Puerto Rico. Por las Filipinas sólo pagaron 20 millones de dólares. España estaba desmoralizada, estaba hundida  ante una grandísima crisis económica. Todo ya se había perdido pero qué sería de los hombre de Filipinas. Comenzaron las repatriaciones, pero en Baler el teniente Saturnino Martín Cerezo seguían resistiendo en Baler.

situación actual de la iglesia de baler Desde Manila los españoles enviaron emisarios a Martín Cerezo, anunciando la rendición de España  y que ya todo había terminado. Que depusieran las armas y se rindieran. Llegó el capitán Olmedo con las noticias, pero Martín Cerezo desconfiaba de todos. Hasta 5 veces se intentó convencer a Martín Cerezo de que la guerra había terminado.

Llegó la Navidad de 1898, la situación era angustiosa. Los alimentos ya se habían terminado y les quedaban infusiones de naranja amarga. El teniente Martín Cerezo con el teniente médico Rogelio Vigil de Quiñones, deciden salir para ir a cazar algo que llevarse a la boca. 10 hombres salieron de la iglesia y a tiro limpio se hicieron con una buena pieza. Los españoles había logrado cazar un carabao, una especie de búfalo y terminaron por meterlo en la iglesia. Ya tenían carne fresca para tres días. Mientras tanto los soldados españoles seguían   demostrando de un heroísmo sublime, seguían haciendo oídos sordos a las órdenes de los diferentes emisarios que iban llegando a la iglesia.

La guerra había terminado, pero ahora los filipinos luchaban contra los norteamericanos, el tratado de Paría había sido una traición para  los intereses locales, el tratado no les otorgaba la independencia. Ahora sería una colonia de USA.

GEORGE DEWEY El 13 abril de 1899, el almirante Dewey envió al cañonero USS Yorktown, los americanos tuvieron el gesto de intentar la salvación de los cazadores de Baler. Los americanos deciden ir en ayuda de los españoles y sacarles de Baler. El cañonero americano , Yorktown   ilumina por  la noche la iglesia de Baler; el teniente Cerezo interpretan que son los refuerzos que llevan esperando desde julio y se produce un explosión de euforia entre los españoles. Pero los 16 fusileros americanos del Yorktown, al frente de su teniente James C. Gillmore  murieron en Baler sin lograr rescatar a los españoles, resultaron totalmente insuficientes. El Yorktown se retiró.  Martín Cerezo ordenó seguir con la resistencia con la bandera clavada hasta el final empeñados en una defensa a ultranza hasta el último hombre.

YORKTOWN En mayo, el teniente coronel Cristóbal Aguilar y Castañeda, llegaba a Baler desde Manila a bordo del cañonero Uranus. Martín Cerezo , en su ofuscación, confundió el cañonero español con una barco filipino y supuso que era un intento de los filipinos para engañarle, pensó que el barco era filipino y estaba camuflado como barco español para tenderle una trampa. Martín Cerezo se niega a salir de la iglesia y Aguilar no consigue convencerle de que la guerra ha terminado. Entonces el teniente coronel Aguilar, se entrega unos periódicos para que los lea y verifique lo que le está diciendo. Y Martín Cerezo lee los periódicos y las notocias de España, se convencen de su error y asume la realidad. Todos tenían razón él estaba confundido, nadie le había engañado. El había defendido la plaza, él había resistido.

INSUEGENTES DE KATIPUNAN EN BALER Durante el sitio de Baler, en la iglesia  se produjeron    8 deserciones, 6 se escaparon y 2 fueron fusilados  el 1 de junio, dos días antes de salir de la iglesia de Baler. Martín Cerezo le pide al teniente médico, Rogelio Vigil de Quiñones, que inscriba ese suceso como dos muertos por la enfermedad.

El 2 de junio de 1899, 337 días después, la bandera española era arriada y en su lugar se izó laREBELDES KAPITUNEROS bandera blanca. Martín Cerezo consiguió negociar la rendición, logró una rendición más honrosa que la que consiguieron firmar sus superiores en Manila unos meses antes. En la capitulación firmada en Baler, se decía que las dos partes habían decidido abandonar las hostilidades, que los españoles serían respetados, que saldrían de la iglesia portando sus armas y que serían escoltadas hasta las tropas españolas o un lugar seguro. 
Se presentó en la Iglesia, Simón Tecson, oficial al mando de las fuerzas filipinas sitiadoras y Martín Cerezo le indicó su intención de rendirse siempre y cuando se aceptaran una serie de condiciones. Tecson le pidio a Cerezo que las redactara y que si no había nada que resultara degradante, aceptaría la rendición y permitiría a los españoles salir con las armas hasta el borde de su jurisdicción, donde deberían entregarlas.

En Baler a los dos días del mes de junio de mil ochocientos noventa y nueve, el 2.º Teniente Comandante del Destacamento Español, D. Saturnino Martín Cerezo, ordenó al corneta que tocase atención y llamada, izando bandera blanca en señal de Capitulación, siendo contestado acto seguido por el corneta de la columna sitiadora. Y reunidos los Jefes y Oficiales de ambas fuerzas transigieron en las condiciones siguientes:
Primera. Desde esta fecha quedan suspendidas las hostilidades por ambas partes beligerantes.  
Segunda. Los sitiados deponen las armas, haciendo entrega de ellas al jefe de la columna sitiadora, como también de los equipos de guerra y demás efectos pertenecientes al Gobierno Español.  
Tercera. La fuerza sitiada no queda como prisionera de guerra, siendo acompañada por las fuerzas republicanas a donde se encuentren fuerzas españoles o lugar seguro para poderse incorporar a ellas.  
Cuarta. Respetar los intereses particulares sin causar ofensa a personas.
Y, para los fines que haya lugar, se levanta la presente acta por duplicado, firmándola los señores siguientes:
Teniente Coronel de la fuerza sitiadora,Simón Tecson. El Comandante, Nemesio Bartolomé. Capitán, Francisco T. Ponce. Segundo Teniente Comandante de la fuerza sitiada, Saturnino Martín. El Médico, Rogelio Vigil."
DESFILE SALIDA DE LA IGLESIA Martín Cerezo había entrado con honores en la historia militar de España. Cuando salen de la iglesia, sólo quedan 33 soldados y 2 frailes, 17 habían muertos y los 6 que se habían escapado y 2 fusilados . Hasta el cura Carreño había fallecido. Salieron de la iglesia, harapientos con los máuser enmohecidos, sin municiones, muchos desdentados, pero salieron con honor de la iglesia que les había protegido durante 337 días,  desfilando con marcialidad de tres en fondo orgullosos y con la cabeza bien levantada, recibiendo los honores de las tropas zagalas.

Nadie se explica cómo pudieron resistir tanto, como pudieron soportar enfermedades como el beriberi y la disentería, cómo la mayor parte de las bajas, lo fueron por enfermedad y no por el combate, cuando ellos le habían causado al enemigo centenares de bajas.
Más tarde el 30 de junio se publicó un decreto firmado por Aguinaldo, presidente de la República Filipina, en el que se podía leer lo siguiente:
"Habiéndose hecho acreedoras a la admiración del mundo las fuerzas españolas que guarnecían el destacamento de Baler, por el valor, constancia y heroísmo con que aquel puñado de hombres aislados y sin esperanzas de auxilio alguno, ha defendido su bandera por espacio de un año, realizando una epopeya tan gloriosa y tan propia del legendario valor de los hijos del Cid y de Pelayo; rindiendo culto a las virtudes militares e interpretando los sentimientos del ejército de esta República que bizarramente les ha combatido, a propuesta de mi Secretario de Guerra y de acuerdo con mi Consejo de Gobierno, vengo a disponer lo siguiente:
Artículo Único. Los individuos de que se componen las expresadas fuerzas no serán considerados como prisioneros, sino, por el contrario, como amigos, y en consecuencia se les proveerá por la Capitanía General de los pases necesarios para que puedan regresar a su país. Dado en Tarlak a 30 de junio de 1899
El Presidente de la República, Emilio Aguinaldo.
El Secretario de Guerra, Ambrosio Flores."
EMI.IO AGUINALDOSOLDADOS ESPAÑOLES EN BALER
El día 29 de julio los héroes de Baler embarcaron en el vapor Alicante, de la Compañía Trasatlántica y el 1° de septiembre desembarcaron en Barcelona, siendo recibidos por las primeras autoridades.
El teniente Saturnino Martín cerezo, fue condecorado con la Laureada de San Fernando y nadie se explica porque no se concedió una Laureada colectiva a los compañeros del teniente Martín Cerezo.

A la familia del Capitán Enrique de las Morenas, se le concedió una pensión anual de 5.000 pesetas válida para su viuda o sus herederos; a los soldados 60 pesetas de pensión; algunos de ellos murieron como mendigos en las calles de España; 12 llegaron a la Guerra Civil; alguno de aquellos murió fusilado en la Guerra civil. El teniente Martín Cerezo llegó al empleo de general.
En las Filipinas quedaron dispersos los cuerpos de más de 5.000 españoles, oficialmente se les consideró como desaparecidos en combate. Nunca volvieron con nosotros ni recibieron ni el agradecimiento ni el reconocimiento debido; sólo ingratitud y olvido en las generaciones posteriores. Así somos los españoles .....

Los Últimos de Filipinas

En total fueron sitiadas 60 personas, incluyendo los dos misioneros enviados por los filipinos, de las cuales 15 murieron enfermos de beriberi o disentería, 2 murieron por heridas de combate, 6 desertaron y 2 fueron fusilados por orden de Martín Cerezo tras ser declarados culpables de intento de deserción.

LOS ULTIMOS DE FILIPINAS Comandante Político-Militar del Príncipe
Capitán de Infantería Enrique de las Morenas y Fossi. Falleció por enfermedad el 22 de noviembre de 1898.
Tropa del Destacamento de Baler
2º Teniente Juan Alonso Zayas. Falleció por enfermedad el 18 de octubre de 1898.
2º Teniente Saturnino Martín Cerezo, natural de Miajadas, Cáceres.
Cabo Jesús García Quijano, natural de Viduerna de la Peña, Palencia.
Cabo José Chaves Martín. Falleció por enfermedad el 10 de octubre de 1898.
Cabo José Olivares Conejero, natural de Caudete, Albacete.
Cabo Vicente González Toca. Fusilado el 1 de junio de 1899.
Corneta Santos González Roncal, natural de Mallén, Zaragoza.
Soldado de 2ª Felipe Herrero López. Desertó el 27 de junio de 1898.
Soldado de 2ª Félix García Torres. Desertó el 29 de junio de 1898.
Soldado de 2ª Julian Galvete Iturmendi. Falleció debido a heridas el 31 de julio de 1898.
Soldado de 2ª Juan Chamizo Lucas, natural de Valle de Abdalajís, Málaga.
Soldado de 2ª José Hernández Arocha, natural de La Laguna, Tenerife.
Soldado de 2ª José Lafarga Abad. Falleció por enfermedad el 22 de octubre de 1898.
Soldado de 2ª Luis Cervantes Dato, natural de Mula, Murcia.
Soldado de 2ª Manuel Menor Ortega, natural de Sevilla, Sevilla.
Soldado de 2ª Vicente Pedrosa Carballeda, natural de Carballino, Orense.
Soldado Antonio Bauza Fullana, natural de Petra, Mallorca.
Soldado Antonio Menache Sánchez. Fusilado el 1 de junio de 1899.
Soldado Baldomero Larrode Paracuello. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre de 1898.
Soldado Domingo Castro Camarena, natural de Aldeavieja, Ávila.
Soldado Emilio Fabregat Fabregat, natural de Salsadella, Castellón.
Soldado Eufemio Sánchez Martínez, natural de Puebla de Don Fadrique, Granada.
Soldado Eustaquio Gopar Hernández, natural de Tuineje, Las Palmas.
Soldado Felipe Castillo Castillo, natural de Castillo de Locubín, Jaén.
Soldado Francisco Real Yuste, natural de Cieza, Murcia.
Soldado Francisco Rovira Mompó. Falleció por enfermedad el 30 de setiembre 1898.
Soldado Gregorio Catalán Valero, natural de Osa de la Vega, Cuenca.
Soldado Jaime Caldentey Nadal. Desertó el 3 de agosto de 1898.
Soldado José Alcaide Bayona. Desertó el 8 de mayo de 1899.
Soldado José Jiménez Berro, natural de Almonte, Huelva.
Soldado José Martínez Santos, natural de Almeiras, La Coruña.
Soldado José Pineda Turán, natural de San Felíu de Codinas, Barcelona.
Soldado José Sanz Meramendi. Falleció por enfermedad el 13 de febrero 1899.
Soldado Juan Fuentes Damián. Falleció por enfermedad el 8 de noviembre 1898.
Soldado Loreto Gallego García, natural de Requena, Valencia.
Soldado Manuel Navarro León. Falleció por enfermedad el 9 de noviembre 1898.
Soldado Marcelo Adrián Obregón, natural de Villalmanzo, Burgos.
Soldado Marcos José Petanas. Falleció por enfermedad el 19 de mayo 1899.
Soldado Marcos Mateo Conesa, natural de Tronchón, Teruel.
Soldado Miguel Méndez Expósito, natural de Puebla de Tabe, Salamanca.
Soldado Miguel Pérez Leal, natural de Lebrija, Sevilla.
Soldado Pedro Izquierdo Arnaíz. Falleció por enfermedad el 14 de noviembre 1898.
Soldado Pedro Planas Basagañas, natural de San Juan de las Abadesas, Gerona.
Soldado Pedro Vila Garganté, natural de Taltaüll, Lérida.
Soldado Rafael Alonso Medero. Falleció por enfermedad el 8 de octubre de 1898.
Soldado Ramón Buades Tormo, natural de Carlet, Valencia.
Soldado Ramón Donat Pastor. Falleció por enfermedad el 10 de octubre 1898.
Soldado Ramón Mir Brills, natural de Guisona, Lérida.
Soldado Ramón Ripollés Cardona, natural de Morella, Castellón.
Soldado Román López Lozano. Falleció por enfermedad el 25 de octubre 1898.
Soldado Salvador Santamaría Aparicio. Falleció debido a heridas el 12 de mayo 1899.
Soldado Timoteo López Larios, natural de Alcoroches, Guadalajara.

Enfermería.
Médico provisional Rogelio Vigil de Quiñones, natural de Marbella, Málaga.
Cabo indígena Alfonso Sus Fojas. Desertó el 27 de junio de 1898.
Sanitario indígena Tomás Paladio Paredes. Desertó el 27 de junio de 1898.
Soldado Bernardino Sánchez Cainzos, natural de Guitiriz, Lugo

Párroco de Baler:
Fray Cándido Gómez Carreño. Falleció por enfermedad el 25 de agosto de 1898.

Misioneros: Enviados por las tropas filipinas, decidieron quedarse en la iglesia a petición de Enrique de las Morenas.
Fray Juan López Guillén.
Fray Félix Minaya.
 
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Paco Domingo.

viernes, 17 de febrero de 2012

Sitio Zaragoza

http://es.scribd.com/doc/60877387/Sangre-murciana-en-el-Arrabal-de-Zaragoza

5th Murcian Volunteers Regiment

Blas de Lezo, el invencible.

 
Si visitamos la ciudad de Londres podremos ver una famosa zona de la misma llamada Portobelo, o admirar la tumba que rinde homenaje a la figura de Edward Vernon en la Abadía de Westminster, sin embargo la realidad arroja para ellos una dudosa gloria debido a las acciones de un marino español, que vergonzosamente y en paralelo ha sido olvidado tras su participación en una de las batallas más desiguales y cruentas de la Historia.
Figura 1 – Blas de Lezo y Olavarrieta
Blas de Lezo y Olavarrieta nace en Pasajes (Guipúzcoa, España) el 3 de febrero de 1689. El cuarto de diez hermanos, pertenece a una familia de nobleza baja con ilustres marinos entre sus antepasados y en un pueblo prácticamente dedicado en exclusiva a la mar. Por ello no debe extrañar que con apenas doce años, en 1701, se enrole como guardiamarina al servicio del conde de Toulouse, Alejandro de Borbón hijo de Luis XIV. Se integra en la armada francesa porque la española era apenas inexistente, la situación era calamitosa y lamentable, fiel reflejo del descalabro económico y la decadencia de los Austrias. Tres años más tarde estallará la Guerra de Sucesión en España, al no dejar Carlos II descendencia alguna, enfrentando a Felipe de Anjou por parte francesa y al archiduque Carlos de Austria apoyado por Inglaterra, ya que esta última temía el poderío que alcanzarían los borbones en el continente. Fue frente a Vélez-Málaga, el 24 de agosto de 1704, cuando se produce la batalla naval más importante del conflicto. En dicho combate se enfrentaron 96 naves de guerra francoespañolas (51 navíos de línea, 6 fragatas, 12 galeras, 8 brulotes y otras 19 naves variadas) y 68 navíos de línea angloholandeses, sufriendo 1500 y 2700 bajas respectivamente. Blas de Lezo participó en aquella batalla a bordo del Foudroyant (104)* batiéndose de manera ejemplar hasta que una bala de cañón le destrozó la pierna izquierda, teniéndosela que amputar por debajo de la rodilla. Debido al valor demostrado en aquel trance y en el propio combate, es ascendido en 1704 a Alférez de Bajel de Alto Bordo por Luis XIV y se le ofrece ser asistente de cámara de la corte de Felipe V. Evidentemente necesitó una larga recuperación y rechazó estar en la corte, pues ambicionaba conocer la artes marineras y convertirse en un gran comandante. En 1705 vuelve a bordo y aprovisiona la asediada Peñíscola. Después de esto hostiga el comercio de Génova teniéndose que enfrentar al británico Resolution (70), que se rinde ante el marino vasco. Continúa patrullando el Mediterráneo apresando numerosos barcos ingleses realizando valientes maniobras con un arrojo impropio, tanto es así que se le premia permitiendo llevar sus presas a Pasajes, su pueblo natal. Pero enseguida es requerido por sus superiores y en 1706 se le ordena abastecer a los sitiadores de Barcelona al mando de una pequeña flotilla Sirviéndose de su aguda inteligencia realiza su cometido brillantemente, escapa una y otra vez del cerco que establecen los ingleses para evitar el aprovisionamiento. Para ello deja flotando y ardiendo paja húmeda con el fin crear un densa nube de humo que los protegiera, pero además carga “sus cañones con unos casquetes de armazón delgada con material incendiario dentro, que, al ser disparados prendía fuego a los buques británicos” 1. Los británicos se ven impotentes ante tal despliegue de ingenio. Posteriormente se le destaca a la fortaleza de Santa Catalina de Tolón donde toma contacto con la defensa desde tierra firme en combate contra los saboyanos. En está acción y tras el impacto de un cañonazo en la fortificación, una esquirla se le aloja en su ojo izquierdo, perdiendo para siempre la vista del mismo.
Figura 2 – Combate contra el Stanhope.
Tras una breve convalecencia es destinado al puerto de Rochefort donde es ascendido a Teniente de Guardacostas en 1707. Allí realizará otra gran gesta rindiendo en 1710, a bordo de la fragata Valeur, una decena de barcos enemigos, el menor de 20 piezas, y sometiendo en un impresionante combate al Stanhope (70) comandado por John Combs que le triplicaba en fuerzas. Se mantuvo un cañoneo mutuo hasta que las maniobras de Lezo dejaron al barco enemigo a distancia de abordaje, momento en el que ordenó lanzaran los garfios para llevarlo a cabo: “Cuando los ingleses vieron aquello entraron en pánico” 2. Al abordaje los españoles casi siempre superaban a sus rivales por tanto está versión no debió diferir demasiado con la realidad pues sino no se explica que saliera victorioso cuando la tripulación de Lezo era notablemente menor que la de Combs. Sea como fuere Blas de Lezo se cubre de gloria en tan fenomenal enfrentamiento, en el que incluso es herido, y es ascendido a Capitán de Fragata.
Figura 3 – Jorrando al capturado Stanhope.
En 1712 pasa a servir a la incipiente Armada española en la flota de Andrés del Pez ya que no tenía sentido seguir en la francesa al distanciarse los monarcas español y francés. Este afamado almirante quedo maravillado ante la valía de Lezo y emitió varios escritos que le valieron su ascenso a Capitán de Navío un año mas tarde. Posteriormente participa en el asedio a Barcelona al mando del Campanella (70), en el que el 11 de septiembre de 1714 se acerca con demasiado ímpetu a sus defensas y recibe un balazo de mosquete en el antebrazo derecho, quedando la extremidad sin apenas movilidad hasta el fin de sus días. De esta manera con sólo 25 años tenemos al joven Blas de Lezo tuerto, manco y cojo.
En 1715 al mando de Nuestra Señora de Begoña (54) y ya repuesto de sus heridas se dirige en una extensa flota a reconquistar Mallorca, que se rinde sin un solo fogonazo. Un año después parte hacia La Habana escoltando una flota de galeones en el Lanfranco (60), barco que será retirado de servicio debido a su calamitoso estado a su regreso a Cadiz. Allí se queda hasta 1720 cuando se le asigna un nuevo navío bautizado también como Lanfranco (62) pero además conocido como León Franco y Nuestra señora del Pilar y se le integra dentro de una escuadra hispano francesa al mando de Bartolomé de Urdizu con el cometido de limpiar de corsarios y piratas los llamados Mares del Sur o lo que es lo mismo las costas de Perú. La escuadra estaba compuesta por parte española de cuatro buques de guerra, una fragata y por parte francesa por dos navíos de línea franceses. Sus primeras operaciones fueron contra los dos barcos, el Success (70) y el Speed Well (70) del corsario inglés John Clipperton, que logró evitarles y tras hacer algunas capturas huyó a Asia donde fue capturado y ejecutado. A pesar de ello cuando la escuadra se separó el mando recayó sobre Lezo que fue ascendido a General de la Armada el 16 de febrero de 1723. En esos momentos también tiene tiempo para otras conquistas y el 5 de mayo de 1725 toma la mano de Doña Josefa Pacheco de Bustos, que un año más tarde le daría un hijo, también llamado Blas. El primer cometido que tuvo como jefe de la escuadra del sur fue hacerla perfectamente operativa, para ello necesitaba tres o cuatro navíos de guerra pero pocos fueron los medios con los que contó, teniendo incluso que desguazar la fragata, de nombre Peregrina (36), por el lamentable estado en el que se encontraba. Afortunadamente se construyeron dos nuevos barcos por parte de los comerciantes peruanos en pago por lo que adeudaban a la corona. Con su pequeña escuadra de tres navíos se lanza a patrullar el Pacífico y pronto se encontraran con cinco navíos holandeses mejor artillados, Lezo ordena enfilar la proa hacia el enemigo para abordarlo pero este reacciona organizadamente y frustra su intento, a lo que el marino español responde ágilmente ordenando concentrar el fuego contra la mayor embarcación enemiga, el Vlissingen (58). Tal fue el castigo que lo desarbolan y arrían su pabellón poniendo en fuga al resto. En otra salida posterior se lanzaría sobre seis navíos de guerra ingleses rindiendo a todos ellos uniendo tres a su escuadra. Así Lezo consiguió formar una armada más que suficiente para proteger las costas peruanas, pero el nuevo Virrey que había tomado posesión de su cargo hacía dos años, la desguazo e intentó colocar en puestos de la armada a amigos y familiares lo que provocó el enfrentamiento con Lezo. En todo ese tiempo los impagos al general se agravaron por el bloqueo del propio Virrey. La situación se volvió insostenible, llegando a pedir el retiro, pero el 18 de agosto de 1730 regresa a Cádiz como jefe de la Escuadra del Mediterráneo y pagándosele lo debido, tras la intercesión de Patiño, el ministro de la Marina, sabedor de la necesidad de gente así en la Armada.
El día 28 de noviembre de 1731, se distinguen y reconocen los servicios del almirante al Rey, señalándose como distintivo para la nave capitana de Blas de Lezo, la Real Familia (60), el escudo de armas de Felipe V, quedando la bandera morada con el escudo de España, las ordenes del Espíritu Santo y el Toison de Oro alrededor y cuatro anclas en sus extremos.
Figura 4 – Estandarte del Teniente General de la Armada don Blas de Lezo.
El 22 de diciembre del mismo año se le vuelve a reconocer encomendándole el traslado del infante Don Carlos a sus posesiones italianas. Pero antes de terminar el año vuelve a recibir órdenes, debe recuperar dos millones de pesos que el Banco San Jorge de Génova retenía a la corona española. Al mando de seis buques entra en el puerto genovés y se sitúa enfrente del palacio de los Doria portando la bandera real en señal de hostilidades. Demanda lo adeudado y da un plazo de 24 horas para su entrega amenazando cañonear la ciudad, que finalmente entrega los dos millones, pero además es obligada por Lezo a rendir honores a bandera española antes de partir de nuevo a la península.
Blas vuelve al combate a bordo del Santiago (60), acompañado de una fuerza militar compuesta por once barcos de guerra, siete galeras y numerosas embarcaciones de transportes, con 30.000 hombres y 168 piezas artilleras. Esta fuerza al mando de conde de Montemar reconquista el 2 de julio de 1732 la plaza de Orán. Su jefe, el pirata Bey Hacen escapó y se alió con el Bey de Argel disponiendo pronto un ataque contra la ciudad. De esta manera Lezo volvió en Febrero de 1733 para socorrerla con el Princesa (70) y Real Familia (60) y otros cinco navíos de guerra para auxiliar Oran. Las nueve galeras que bloqueaban su puerto huyeron en desbandada pero Lezo persiguió a la nave Capitana (60) de Bey de Argel hasta la ensenada de Mostagán defendida por dos fuertes y 4000 enemigos. Lejos de detenerse, Lezo entró en ella impetuoso como siempre, arrasando las dos fortificaciones con gran pericia de los artilleros y asaltando la nave capitana ante el terror de los musulmanes.
Blas de Lezo, habiendo realizado todo tipo de hazañas y con aureola de tremendo lobo de mar, parte de Cádiz el 3 de febrero de 1737, dirigiendo lo que sería la última carrera de indias del imperio con una flotilla de galeones además del Fuerte (60) y el Conquistador (64), hacia Cartagena de Indias, ya que se le ha encomendado su defensa como Comandante General de la ciudad. Esta plaza se había convertido en un punto de una importancia geoestratégica capital, por allí pasaban las mercancías provenientes de la península y las posesiones españolas América del sur. Su pérdida colapsaría el Imperio, los gobernantes españoles sabedores de ello y ante el inevitable enfrentamiento con Inglaterra destinaron a Blas de Lezo para defender la ciudad.
Cartagena de Indias era llamada “la llave del Imperio” y a tal efecto contaba con las mejores y más extensas fortificaciones de todos los virreinatos. No es de extrañar pues anteriormente ya había sufrido los ataques de afamados piratas. En 1542 el francés Robert Baal la toma con 450 hombres, habiendo transcurrido sólo diez años de su fundación. Otro francés, Martin Cote, también logró tomarla en 1559. Resistió la ciudad en 1568 cuando el inglés Sir John Hawkins, traficante de esclavos, la sitió durante 8 días tras su fallido intento de engaño alegando querer comerciar con la ciudad. Su compatriota Francis Drake, logró conquistar la ciudad en 1586 y durante cien días entre febrero y abril del mismo año se instaló en la gobernación causando numerosos incendios, destrucción y saqueos por doquier, inclusive en la Catedral. Abandonó la ciudad tras recibir un cuantioso rescate. Como puede observarse la ciudad era bastante vulnerable y es que la ciudad no estaba fortificada. A petición del rey, el ingeniero militar Bautista Antonelli, comienza la fortificación de Cartagena quien planeó y construyó los primeros baluartes del sistema amurallado que, dos siglos más tarde, convertiría a la ciudad en una fortaleza inexpugnable. Sus muros se construyeron inicialmente de madera y fajina siguiendo sus trazados. Se avanzó la construcción de las murallas y baluartes hasta que el núcleo central de la ciudad quedó bien protegido. Además se construyeron diversos fuertes (Manzanillo, Cruz Grande y Pastelillo) protegiendo el acceso a la bahía interior desde la exterior. Tras varios naufragios aumentó la dificultad de acceso desde el océano a la bahía exterior por el canal de Bocagrande, ganando protagonismo el de Bocachica, donde se construyó el fuerte de San Luis que sería acompañado más tarde por tres baterías al Este y por el fuerte de San José en la orilla Oeste. Se buscaba impedir el acceso y trasiego de naves enemigas en la bahía que permitiría el apoyo de cualquier ataque terrestre. Pero también se incrementaba la potencia de los cañones y se hacía imperativo diseñar fortalezas cada vez más poderosas. Así nació el más imponente castillo que construyeron los españoles en Cartagena, San Felipe de Barajas. Estaba situado en el cerro de San Lázaro, protegiendo la ciudad de cualquier ataque terrestre o desde la bahía. En 1657 quedó terminado el primer núcleo del castillo en la cima del cerro, el modesto bastión que Blas de Lezo conocerá y que no tiene nada que ver con las dimensiones colosales que llegaría a adquirir abrazando a todo el cerro de San Lazaro, como se conserva actualmente. No obstante en 1685 el británico Henry Morgan atacará la ciudad y doce años más tarde, en 1697, lo hará exitosamente el barón de Pointis recibiendo órdenes del rey francés. Este último llegaría a decir que “en la costa de Cartagena el mar es un señor invencible”. Efectivamente el ataque directo a la ciudad desde Norte por el océano era imposible debido a la poca profundidad del mismo y los botes serían presa fácil de los baluartes de la ciudad. En un análisis muy posterior (1762) Antonio de Arévalo estableció tres avenidas de posibles ataques terrestres a la ciudad: por el Oeste Bocagrande, por Este la Boquilla y por el Sur la Popa. Lo intentó Pointis en 1697 por las playas de Bocagrande, pero le fue imposible desplegar eficazmente las piezas artilleras, ni asentar a la tropa, ni cavar trincheras, ni minar las defensas pues el nivel freático afloraba enseguida. Por lo tanto sólo había dos rutas de ataque factibles: por el Sur y por el Este.
Figura 5 – Castillo de San Felipe de Barajas en la actualidad.
A pesar de las magníficas fortificaciones Blas de Lezo encontró las defensas de la ciudad en un estado calamitoso. Contaba “con poca y mala artillería, casi sin municiones y una existencia de pólvora que apenas llegaba a 3300 libras” 3. Desde su llegada su único propósito fue el abastecimiento de la plaza y la fortificación de la bahía. Para ello ordenó cegar completamente el canal de Bocagrande creando una escollera, de esta forma se aseguró que cualquier ataque por mar tuviera que pasar por los fuertes de Bocachica. Reforzó las guarniciones de estas fortificaciones, tendió entre las mismas dos cadenas para impedir el acceso a la bahía y colocó sus barcos para apoyarlos.
Figura 6 – Plano de Cartagena de Indias en estado de defensa.
En 1739 Inglaterra declara la guerra España, la llamada guerra de la oreja de Jenkins debido a que Julio León Fandiño, capitán de un guardacostas español, interceptó el Rebbeca del contrabandista Robert Jenkins perdonándole la vida pero a cambio le hizo cortar a éste una oreja, después de lo cual le liberó con este insolente mensaje: “Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”. El escándalo en Inglaterra fue mayúsculo y fue el pretexto perfecto para declarar una guerra, que en realidad estaba motivada por la avaricia de los comerciantes ingleses. Por ello planean desmembrar el imperio español que tanto ambicionaban y en ese plan Cartagena de Indias figuraba como la llave para sus propósitos. Para ello se prepara una gran escuadra al mando de Edward Vernon cuya rivalidad con Blas de Lezo era evidente, el almirante inglés “lo señaló en sus cartas como adversario epónimo porque era un símbolo de la resistencia hispana a la ambición inglesa” 4. Ello queda reflejado en las cartas que intercambian ambos almirantes tras la rendición sin lucha alguna de Portobelo a los ingleses: “Hubiera estado yo en Portobelo, no hubiera Usted insultado impunemente las plazas del Rey mi Señor, porque el ánimo que faltó a los de Portobelo me hubiera sobrado para contener su cobardía” 5.
Desde hacía tiempo España conocía las intenciones exactas de Inglaterra y el plan de Vernon, un espía español en Jamaica apodado el Paisano dio tantos detalles que incluso el Virrey Eslava no dio crédito suficiente a la información: se estaba preparando un enorme flota para lanzarla contra Cartagena de Indias y se informaba además de los planes de ataque sobre la plaza. Por entonces la red de espías española superaba a la inglesa, como ejemplo baste mencionar que desconocían la situación de las defensas cartageneras teniendo sólo la información del ataque de Pointis en 1697, de hacía 40 años.
Con el objetivo de amedrentar y sobretodo recabar información directa, el 13 de marzo de 1740 Vernon se presentó ante de la ciudad con ocho navíos mayores, dos brulotes, dos bombardas y un paquebote, que tras bloquear cualquier comunicación con el exterior comenzaron a bombardear las posiciones de Bocachica. Pero Lezo había desmontado algunos cañones de 18 libras de sus navíos que tenían mayor alcance que los de los fuertes. En el momento oportuno dichos cañones dispararon desde la selva sorprendiendo a los barcos de Vernon, que rodeados en un fuego cruzado se vieron obligados a retirarse a Jamaica. Aunque el almirante inglés regresó el 3 de mayo siguiente con trece buques y una bombarda, sólo tuvieron tiempo para reconocer la zona y huir tras verse velozmente envueltos por los navíos de Lezo.
El 13 de marzo de 1741 se avistan desde la ciudad algunas velas enemigas, exactamente un año después del primer ataque. El mismo día una balandra francesa, enviada por el general Leogan, informa que a la altura de la Española se han contado 130 velas que por su derrota parecen dirigirse a Cartagena. Cuando finalmente arribaron todas fuerzas enemigas dos días después, la visión debió ser estremecedora con un muro inacabable de velas. Para desgracia de los defensores la información recibida por la balandra francesa estaba equivocada. Las fuerzas que Vernon presentó dejaban a las claras que esta vez no se trataba de una escaramuza. Los datos varían según las fuentes pero la escuadra británica debió componerse de 180 embarcaciones, 23600 combatientes y unas 3000 piezas artilladas desglosados así:
  • 8 navíos de tres puentes y de 80 a 90 cañones.
  • 28 navíos de dos puentes y de 50 a 70 cañones.
  • 12 fragatas de 40 cañones.
  • 2 bombardas.
  • 130 barcos de transporte.
  • 6237 soldados ingleses.
  • 2763 soldados norteamericanos.
  • 1000 macheteros jamaicanos.
  • 12600 marineros.
  • 2620 cañones navales.
  • 1380 cañones de tierra.
En cambio Lezo contaba tan sólo con 6 navíos, 2830 hombres y 990 piezas artilladas desglosados así:
  • 6 navíos de línea: Galicia (70) que era la nave capitana, el San Felipe (64), el San Carlos (70), el África (70) el Dragón (64) y el Conquistador (64).
  • 2230 soldados españoles: Regimientos de Infantería de Aragón, Toledo, Lisboa, Navarra, el Fijo de la Plaza y milicianos de la ciudad.
  • 600 indios flecheros del interior de la provincia.
  • 900 marineros.
  • 80 artilleros.
  • 360 cañones navales.
  • 320 cañones de los fuertes.
  • 310 cañones del recinto amurallado de la ciudad.
En realidad las tropas de Lezo debieron haber sumado unos 6000 hombres, pero por causa de la fiebre amarilla las tropas provenientes de la península fueron drásticamente diezmadas antes de estos acontecimientos. Además de estas tropas el destino reunió para la defensa de la ciudad a brillantes militares españoles como el propio Virrey Sebastián de Eslava como mando supremo, el comandante del Apostadero Blas de Lezo encargado de la defensa, el intendente del rey y gobernador de la provincia de Cartagena Melchor de Navarrete coordinando, administrando y llevando la contabilidad de los suministros y todo lo acaecido en la defensa, el coronel Carlos Desnaux como castellano de San Luis de Bocachica y San Felipe de Barajas, y el capitán Lorenzo de Alderete defendiendo las baterías de tierra bomba. Todos ellos en sus distintos cometidos, tendrán una actuación decisiva en lo que iba a acontecer.
Vernon amaga, ronda y distrae la atención por las costas, comprobando que es inaccesible la ciudad desde su frente marítimo tras intentar bombardear la ciudad con 17 navíos y las dos bombardas dirigiéndose entonces a Bocachica.
El 17 de marzo comienza el cañoneo contra los fuertes y baterías de aquella entrada a la bahía. Esta acción se producía a todas horas con una media de 62 disparos cada hora, atacando permanentemente ocho barcos que se renovaban de cuatro en cuatro. Pero el comandante vasco se había preparado para minimizar los daños en su tropa y sacar el máximo provecho a los pocos recursos con los que contaba. Colocó los navíos en la entrada de la bahía para apoyar el fuego de las fortificaciones, mientras que en estas dispuso la utilización de “rampas bajo los cañones para poder alargar los tiros y disminuir el tiempo de los mismos” 6. Además ante la aplastante superioridad numérica escogió muy inteligentemente el objetivo de la artillería, busco desarbolar los barcos enemigos algo que los inutilizaría para el resto de la campaña y con ese fin ordenó la fabricación de balas encadenadas y palanquetas que se llevaban consigo todo el aparejo. Los barcos de Vernon se vieron sorprendidos con disparos imposibles que destrozaban sus velámenes dejándoles a merced del enemigo. Sólo en la batalla del día veinte los cañonazos españoles dejaron cinco navíos de guerra fuera de combate entre ellos dos de tres puentes. Paralelamente y con el fin de minimizar sus bajas, Lezo ordenó que los merlones (la parte más débil de una muralla entre los cuales se abren las troneras de los cañones) que eran de piedra y ladrillo fueran reconstruidos con costales repletos de tierra apilados unos sobre otros. De esta manera al impactar una bala de cañón no saltaban esas esquirlas que causaban estragos entre los defensores y absorbía el golpe del impacto. Así transcurrieron los días en los que las tropas españolas apenas descansaban pero aguantaban el envite permanente de los navíos británicos.
Figura 7 – Combate en Bocachica.
Mientras tanto los atacantes habían desembarcado en la Boquilla (al Oeste de la ciudad) distrayendo la atención del Virrey Eslava. Sin embargo los británicos tomaron buena nota de las defensas antes del primer ataque a Cartagena, como se refleja en la carta del 7 de Marzo de 1740 de dirigida a Vernon por sus oficiales, y en la que indicaban que las baterías de Tierra Bomba (al Este de Bocachica) se podrían silenciar fácilmente permitiendo desembarcar en ella. Y así ocurrió, tras anular las tres baterías situadas al Este del fuerte de San Luis, no sin sufrir graves daños en los navíos Norfolk (80), Russell (80) y Shrewbury (80), las fuerzas inglesas desembarcan tropas y artillería. Lezo bramaba contra el Virrey pues anteriormente le había impedido reforzar aquellas posiciones y ahora el cerrojo de la bahía estaba a punto de saltar. A pesar de estar situado bajo la protección visual de la maleza, increíblemente los ingleses asentaron su campamento bajo el alcance de las murallas de San Luis y situaron sus primeras piezas del lado contrario al campamento, de manera que cuando abrieron fuego el campamento recibió la respuesta del fuerte como refleja un ayudante de cirujano británico: “Este tipo de conducta de elegir un campamento bajo el fuego de las murallas enemigas, que creo que nunca antes había sucedido fue llevada a cabo, creo yo, con el fin de acostumbrar a los soldados al fuego” 7. Por su parte Blas pidió numerosas veces realizar salidas para impedir que el enemigo asentase su posiciones y construyera una batería de artillería, a lo que Eslava siempre se negó, sólo permitiéndolo cuando se tuvieron informaciones inequívocas de lo que hacían los británicos. Desgraciadamente para los defensores ya era tarde y fueron repelidos por un rival bien asentado. Cuando el día 2 de abril los ingleses despejaron la maleza dejaron ver la batería recién construida con 20 cañones de 24 libras y 40 morteros que inmediatamente abrieron fuego. Tras 19 días de bombardeo continuo, el 5 de abril de 1741 las tropas inglesas lanzaron con éxito un asalto combinado por tierra y mar contra el fuerte de San Luis de Bocachica, que presentaba tal brecha que incluso se podía entrar a la carga por ella. Durante dicho combate los ya maltrechos San Carlos (70), África (70) y San Felipe (64) cogieron fuego y se hundieron, mientras que las tropas españolas se retiraron desordenadamente en embarcaciones hacia la ciudad cuando los ingleses ordenaron pasar a cuchillo a toda la guarnición. Entretanto Lezo ordenaba barrenar la ingobernable el Galicia (70) para cegar el paso de Bocachica, desgraciadamente el barco no cogió fuego rápidamente y cayó en manos inglesas. Se rompía así la primera línea de defensa que el propio Blas consideraba clave y quería mantener inexpugnable a toda costa. Aunque los atacantes sufrieron 1500 muertos durante el asedio de la fortificación, la situación se ponía muy de cara para ellos.
Tras la toma de Bocachica, Vernon manda la fragata Spence con dos oficiales capturados y el estandarte del buque insignia de Lezo, el Galicia (70), a Jamaica y Londres informando de la inminente toma de la plaza. Cuando la noticia llegó a la capital británica “se dispararon salvas desde la Torre de Londres, las campanas de las iglesias se echaron a volar y la victoria fue celebrada con iluminación general y fuegos artificiales” 8. Incluso el Parlamento mandó acuñar monedas conmemorativas, algunas se representaba a Lezo arrodillado (con ambos ojos, brazos y piernas sanos) entregando su espada al almirante inglés, y en las que rezaba la siguiente inscripción “el orgullo español humillado por Vernon”.
Figura 8 – Moneda conmemorativa de la “victoria inglesa” en Cartagena de Indias
La terrible situación para los defensores hace que el Virrey Eslava ordene entonces el abandono del fuerte de Cruz Grande considerando la imposibilidad de su defensa y el hundimiento de los intactos Dragón (64) y Conquistador (64) para cerrar el acceso a la bahía interior. Estas decisiones se realizaron muy a disgusto de don Blas: “y con justa razón me opuse a que se abandonase el Castillo y se echasen a pique los navíos, pero he reconocido que muchos meses a esta parte ha despreciado este caballero cuanto he dicho” 9. Ante la cercanía del enemigo el Conquistador (64) no es barrenado correctamente siendo capturado por los ingleses y para mayor desgracia la medida no impidió el trasiego de los barcos británicos a la bahía interior. A tal punto llegaron las desavenencias entre los dos defensores, que Lezo pidió le relevaran de su cargo, Eslava no dudó en tomarle la palabra. Sin embargo siguió combatiendo para impedir el desembarco de tropas de en las inmediaciones del cerro de La Popa. Este accidente geográfico suponía una amenaza para el castillo de San Felipe de Barajas que defendía el acceso a la ciudad. Por ello los ingleses se lanzaron contra La Popa que, sin las convenientes defensas que proponía Lezo, cayó en sus manos el día 17 de abril.
Sólo quedaba someter el castillo de San Felipe de Barajas y Cartagena estaría a merced del fuego de este. Para ello ya habían tomado el cerro de La Popa desde donde cañonearían la fortificación mientras se lanzaba un asalto de infantería. La suerte del castillo y de Cartagena de Indias estaba prácticamente sellada. Ambos bandos preparaban el combate final, en el lado ingles se subió la artillería a La Popa mientras que se desembarcaban tantos hombres y pertrechos que hablaban de una ofensiva a gran escala; en el lado español ante la crítica situación el Virrey Eslava repone en el mando a Lezo que ordena desbrozar las inmediaciones para no dar cobertura al enemigo y cavar un foso alrededor del fuerte que conectara con una trinchera zigzageante situada a lo largo de la ladera del lado Sur. También envió dos supuestos desertores a los ingleses para tenderles una trampa y ordenó que trajesen al castillo la reserva de marinos dejando indefensa la ciudad, retiró a los civiles a la misma y voló el puente de acceso a ella. El comandante español dispuso en la trinchera 650 soldados y dentro del castillo 300, más la reserva de 200 marinos. Los ingleses asaltarían simultáneamente la fortaleza por los cuatro costados. Se avanzaría por el Sur aunque el grueso de la tropa se centraría en el lado Este, el más empinado pero con deficiencias en la fortificación según la información errónea de los dos supuesto desertores. Del lado Oeste se encargarían los colonos norteamericanos mientras que en el norte se haría una maniobra de distracción Vernon no quiso dar apoyo naval al asalto, puesto que debía internarse en un estrecho canal en el que la superioridad del San Felipe de Barajas era evidente. Sin embargo también exigió rendir el fuerte del Manzanillo, el del Pastelillo y a una compañía que quedó aislada en una playa ante su avance.
Figura 9 – Movimientos ingleses en la campaña.
En la madrugada del 20 de abril de 1741 comienza el asalto final al castillo de San Felipe de Barajas. Las tropas inglesas que avanzan por el Este son engañadas y se ven de repente bajo el fuego del castillo sin tener otra opción que intentar finalmente el asalto, pero cuando llegan a la muralla las escalas se quedan cortas dos metros, los mismos que tenía el foso ideado por el comandante español. Al Oeste las tropas norteamericanas tienen el mismo problema, produciéndose en ambos frentes una verdadera carnicería entre los atacantes incapaces de escalar las murallas: “…rechazados al fusil por mas de una hora y después de salido el Sol en un fuego continuo y biendo los enemigos la ninguna esperanza de su intento (…) se pusieron en bergonzosa fuga al berse fatigados de los Nuestros los que cansados de escopetearles se abanzaron a bayoneta calada siguiendolos hasta quasi su campo…” 10.
Entre tanto los fuertes del Manzanillo y el Pastelillo resistían firmemente. Blas de Lezo ha conseguido que el lado Sur, defendido por la trinchera y la propia fortificación, no sea la que cuente con mayores efectivos enemigos y sin embargo sea la única opción efectiva de ataque contra el verdadero objetivo que otorgaría la victoria. La artillería británica de La Popa se ve obligada a repartir el fuego contra las posiciones atrincheradas, impidiendo así el ablandamiento del castillo. El propio diseño de la trinchera permitía cubrir varios flancos a la vez y no ser desbordada a la primera carga, mientras que su localización otorgaba una posición favorable en la ladera con el enemigo subiéndola y protegida por el fuerte, además la cobertura que la tierra ofrecía permitía protegerse de forma efectiva del cañoneo inglés. Las tropas británicas del lado Sur avanzan hacia el castillo sin saber que al mismo tiempo en los otros frentes sus compatriotas están siendo masacrados bajo un fuego espantoso, y ahora el destino de la contienda esta sobre ellos. El fuego de fusilería es intensísimo y los soldados ingleses no consiguen progresar con facilidad, pasan las horas y las fuerzas de ambos bandos se van concentrando en el mismo flanco, sin embargo los ingleses están sufriendo una gran desgaste subiendo la ladera bajo el sol tropical y el fuego español. Los ingleses envían 400 hombres más de refuerzo pero el combate sigue igual de trabado, hasta que al medio día los españoles dan toque de oración y detienen su fuego algo que será respetado por los atacantes mientras se hace un silencio sepulcral en el campo de batalla. Se reanuda la contienda y poco después de la pausa los británicos dan el toque de asalto comenzando el combate a bayoneta calada. Las artillerías dejan de abrir fuego contra la infantería excepto cuando se producen repliegues españoles que son superados en una proporción de cuatro a uno, a pesar del envío al combate de la reserva de 200 marinos. La línea de combate llegó a los pies de la fortaleza, varios puntos de la trinchera han sido rebasados, el combate es encarnizado, y los soldados españoles están empezando a mostrar signos de debilidad. Blas de Lezo se da cuenta que es el momento decisivo de la batalla, es un todo o nada, y da la orden de que sus 300 marinos, que servían los cañones del castillo y eran su única guarnición, salgan a la carga. Los fatigados ingleses se vieron desbordados en un momento crítico de la batalla ante la frescura e ímpetu de aquellos hombres, siendo expulsados de aquella posición y perseguidos por la tropa española comenzaron una retirada cuesta abajo. Ante estos acontecimientos los asaltantes que ascendían la ladera también se vieron desbordados psicológicamente y la huida se contagió entre las fuerzas inglesas, produciendo una estampida desordenada que los dejó a merced de los españoles y provocó la masacre de los ingleses. Estos fueron perseguidos por los defensores hasta La Popa donde capturaron las piezas de artillería que allí había. El asalto final había terminado, se había firmado otro glorioso capítulo para las armas españolas.
La tenaz defensa que planteó Lezo en todo el sitio de Cartagena buscaba desgastar al enemigo lo más posible para llegar a un combate final con posibilidades reales, algo que ya de por si suponía un éxito frente al número tan abrumador del enemigo. Al igual que las tropas peninsulares fueron diezmadas por las enfermedades tropicales a su llegada a Cartagena de Indias, todo el tiempo que duró la aparentemente absurda resistencia planteada por Lezo promovió la aparición de enfermedades en el enemigo. Las defensas de Cartagena fueron concebidas con este fin: “Se trataba, por lo tanto, de repeler el ataque de tropas noreuropeas, poco acostumbradas a los climas tropicales y deficientemente inmunizadas contra las enfermedades de estas latitudes. El agresor tenia necesariamente que lograr sus objetivos rápidamente, antes que el calor, la humedad, el paludismo y la fiebre amarilla se convirtiesen en invencibles aliados de los sitiados. En Cartagena se estimaba un plazo de seis a ocho semanas para que las huestes tropicales llegasen invisibles a defender la plaza” 11. Los ingleses se vieron obligados a mantenerse demasiado tiempo en el mar, algo que unido a la falta de costumbre de aquellos hombres a las enfermedades tropicales, provocaron el surgimiento de epidemias entre sus tropas. Este proceso fue acelerado por la ambición de Edward Vernon quien, tras tomar Bocachica, decidió no enterrar a los muertos (suyos y ajenos) para lanzarse rápidamente contra la ciudad. Los soldados ingleses estaban padeciendo verdaderas calamidades por parte de la naturaleza y de su mando, ello explica que se desmoronaran de golpe y no pudieran asumir un nuevo asalto a San Felipe de Barajas. Además las desavenencias en la oficialidad británica, el egoísmo y crueldad de sus comandantes provocaron numerosas decisiones fatales y el desrrumbamiento físico y moral de su tropa. Blas de Lezo logró, no sin dificultades, resistir desde primera línea sin que se produjera el descalabro de sus tropas, obligando al enemigo a desgastarse excesivamente y llevándole a un asalto final en el que ya no podía ejercer su superioridad numérica, donde magistralmente encauzó el ataque al frente que dispuso, rechazándolo con brillantez.
El 26 de Abril, Vernon pone postreramente al buque Galicia (70) a disparar contra el fuerte de San Felipe de Barajas. Este barco había sido la nave capitana de Lezo, siendo capturada a los españoles en la toma de Bocachica cuando no cogió fuego a tiempo. El propósito de la misión suicida era humillar el honor español y vengarse. El combate terminó con el Galicia (70) desarbolado y en un calamitoso estado tras recibir el cañoneo simultaneo de las defensas de la ciudad, el fuerte de San Sebastián del Pastelillo y el propio San Felipe de Barajas. Finalmente fue incendiado, unas fuentes hablan que por los propios ingleses cerca del fuerte del Manzanillo y otras por los españoles después de acabar con sus tripulantes, poniendo en llamas el velero que llevado por el viento prendió en otras embarcaciones y material de guerra británico con grave destrucción y pérdidas. Sea como fuere se trata, como los continuos bombardeos sin objetivo alguno, de una muestra de la impotencia de Vernon ante la derrota.
El día 8 de mayo las fuerzas inglesas muestran claros signos de retirada y comienzan su marcha, hasta que el día 20 del mismo mes desaparecen todas las velas inglesas. Antes de su marcha continuaron sus bombardeos y en el momento de su partida Vernon se vio obligado a incendiar cinco buques por falta de tripulación y de regreso a Jamaica tuvo que hundir otro más. Cargados de hombres moribundos, sus barcos parecen hospitales. Más tarde volverá a rondar Cartagena, pero desistirá de cualquier ataque al ver las defensas reparadas y se dirigirá entonces a atacar sin éxito La Habana. Caerá en desgracia a su llegada a una Inglaterra humillada que celebró imprudentemente una victoria que todavía no se había producido. Los historiadores ingleses ocultaron vergonzosamente lo ocurrido en Cartagena de Indias por orden de Jorge II y que pago Nelson en Tenerife, al que sin embargo encumbraron quizás para tapar lo ocurrido en 1741 y los años posteriores, en ese supuesto “pudiésemos haber sido víctimas de una gigantesca campaña de publicidad pro Nelson mantenida hasta nuestros días” 12.
Las bajas inglesas en la campaña de Cartagena fueron tremendas, quedando la flota de guerra de su armada prácticamente desmantelada:
  • 3500 muertos en combate.
  • 2500 muertos por enfermedades.
  • 7500 heridos en combate.
  • 6 navíos de tres puentes.
  • 13 navíos de dos puentes.
  • 4 fragatas.
  • 27 transportes.
  • 1500 cañones capturados o destruidos por los españoles.
Del lado español los daños fueron también importantes, llegando casi al límite de lo que podía soportar la guarnición:
  • 800 soldados.
  • 1200 heridos.
  • 6 navíos de dos puentes.
  • 5 fuertes.
  • 3 baterías.
  • 395 cañones.
Cada barco y soldado español hizo frente y derrotó a 10 ingleses” 13. El resultado es tan increíble que el propio Lezo, pecando de humildad, atribuye la victoria “a las misericordias de Dios” 14. El caso es que las bajas fueron muy graves, “en términos relativos los atacantes habían perdido un 15% de su fuerza y los defensores un 20%, pero pese a esta relativa ventaja local el efecto era mucho peor para el visitante” 15.
Pero existen informaciones más dramáticas de los propios combatientes ingleses que hablan por si solas de la debacle y la tragedia que se cernió sobre ellos: “Por la cuenta honesta tuvimos 18000 hombres muertos, y según un soldado español que capturamos, ellos perdieron a lo sumo 200. El Almirante Una Pierna con su excelente mando y fuego mató a 9,000 de nuestros hombres, la fiebre general mató un número parecido. Cuando eché la última mirada al puerto de Cartagena, su superficie era gris con los cuerpos putrefactos de nuestros hombres, que murieron tan rápidamente que nosotros no podíamos enterrarlos. De los agricultores pobres y débiles de nuestras colonias norteamericanas murieron cuatro hombres de cada cinco” 16.
Tras la tempestad no vino la calma. Sebastián Eslava, Virrey de Nueva Granada, se guardó las desavenencias con el marino vasco y escribió varias veces al Rey pidiendo castigo para Lezo, cosa que al final logrará hundiéndole social y económicamente. El marino vasco intenta conservar el prestigió y la fama ganadas durante 40 años de su vida entregados al servicio de Su Majestad Felipe V, escribiendo a sus amigos de la península, remitiendo el diario de lo acontecido en Cartagena de Indias. Patiño, su gran valedor, intenta mediar ante el rey, pero este bastante trastornado y ya envenado por las informaciones de Eslava ignorará lo que alega Lezo. Pero este ya estaba enfermo, unas fuentes afirman que por las heridas sufridas y otras por las enfermedades transmitidas tras la matanza ocurrida semanas antes. El 7 de septiembre de 1741 muere en Cartagena de Indias sin recibir sepultura conocida por las penurias monetarias y sociales que padeció su mujer por culpa de aquellos rencores. Nadie se atrevía a mostrar su cercanía por miedo a las represalias. La situación fue tan cruel que incluso muerto fue destituido aunque posteriormente se rehabilitó su figura y se le concedió a título póstumo el marquesado de Ovieco. Así desapareció un almirante leal, valiente y tenaz, brusco pero humilde, pragmático a la par que ingenioso (quizás adelantado a su tiempo) y con perfecto dominio del factor psicológico, uno de los militares más brillantes que ha dado el país y me atrevería a decir que el mejor de su época, pero a la vez uno de los más olvidados por esta, en ocasiones, ingrata España que le negó su última voluntad, una placa al píe del castillo de San Felipe de Barajas que rezaría verazmente: “Ante estas murallas fueron humilladas Inglaterra y sus colonias” 17.
Figura 10 – Blas de Lezo y Olavarrieta


* Nota: Las cifras que aparecen entre paréntesis junto al nombre de cada una de las embarcaciones indican el número de piezas de artillería que podían disponer las mismas.

Citas:
1 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pág. 121.
2 Idem. Pág. 122.
3 Picatoste, V. (1898). “El general pierna de palo”. La Ultima Moda: Glorias de España (núm. 14). Pág. 24.
4 Segovia Salas, R. (2003). Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. <http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/fortificaciones/fortif2.htm>
5 Carta de don Blas de Lezo al vicealmirante Edward Vernon en respuesta a la que este ultimo le envió tras la toma de Portobello. Archivo General de Indias, Sevilla, Audiencia de Santa Fe Cartagena, correspondencia de Blas de Lezo, años 1738-1741, estante 119, cajón 2, legajo 11.
6 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pag. 179.
7 Smollett, T. (1995). Roderick Ramdom. Penguien Classics. Pág. 143 a 199.
8 Torres, A.E. (1955). Homenaje a don Blas de Lezo. El último biógrafo del almirante Edward Vernon. Una versión inglesa de su asalto a Cartagena de Indias. Casanalpe. Pág. 28.
9 Lezo, Blas de. (1741) Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el día13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que remite a Su Majestad don Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid.
10 Segovia Salas, R. (2003). Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. <http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/fortificaciones/fortif3.htm>
12 Mangado, P. (2003). “Blas de Lezo y Edward Vernon: la invencible inglesa frente a Cartegena de Indias”. El Astillero (núm. 5, págs. 31-38). Pág. 36.
13 Quintero Saravia, G.M. (2002). Don Blas de Lezo: defensor de Cartagena de Indias. Planeta Colombiana. Pág. 273.
14 Lezo, Blas de. (1741) Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el día13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que remite a Su Majestad don Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid. Jueves 20 de Abril de 1741.
15 Quintero Saravia, G.M. (2002). Don Blas de Lezo: defensor de Cartagena de Indias. Planeta Colombiana. Pág. 277.
16 Pembroke, J (1741) “True Account of Admiral Vernon’s conduit of Cartagena”. En: Michener J.A. (1990). Caribbean. Fawcett.
17 Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Altera. Pág. 278.

Figuras:
- Figura 1 – Retrato de Blas de Lezo de origen desconocido.
- Figura 2 – Combate de una fragata española con el navío británico Stanhope (1710). Óleo sobre lienzo (143 x 250 cm), pintado por Angel Cortellini Sánchez (1858-1912), a principios del siglo XX.
- Figura 3 – La fragata de Blas de Lezo remolcando el navío Stanhope (1710). Óleo sobre lienzo (74 x 102 cm), escuela española (ca.1820).
- Figura 4 – Distintivo de la escuadra de Blas de Lezo (1731) con el escudo rodeado por la orden del espíritu santo y el toisón de Oro. Museo Naval de Madrid.
- Figura 5 – Fotografía del castillo de San Felipe de Barajas en la actualidad con la estatua de Blas de Lezo al pie del mismo señalando la dirección por donde apareció la flota inglesa.
- Figura 6 – Plano de Cartajena, su puerto y su península de Tierra bomba hasta Boca chica en estado de ofensa y defensa por disposición del Excmo. Sr. D. Blas de Lezo, comandante general de los presentes navío galeones de S.M. Católica. 1940. En: Planos de ciudades iberoamericanas y filipinas existentes en el Archivo de Indias (1982). Instituto de Estudios de Aministración Local y Diputación de Granada.
- Figura 7 – Ataque británico en Cartagena de Indias (1741). Óleo sobre lienzo (50 x 70 cm), de Luis Gordillo (1994), copia de una litografía de los Episodios marítimos, publicada en Madrid en 1849. Museo Naval de Madrid.
- Figura 8 – Moneda acuñada en Inglaterra (1941). Aparece Blas de Lezo rindiendo su espada, arrodillado, ante el almirante Vernon. Al anverso una leyenda en latín dice: “La arrogancia española humillada por el almirante Vernon”. Museo Naval de Madrid.
- Figura 9 – Movimientos de la campaña contra Cartagena de Indias. Elaboración propia.
- Figura 10 – Retrato de don Blas de Lezo y Olavarrieta, marqués de Oviedo, teniente general de la Real Armada. Óleo sobre lienzo (94 x 79 cm), escuela española, copia anónima del año 1853 de un original propiedad de sus descendientes. Uniforme grande establecido en 1724. Museo Naval de Madrid.

Bibliografía:
• Elías Ortiz, S.; Vargas Martínez, G. (2006). El verdadero desastre del ataque británico a Cartagena de Indias (Colombia), en 1741. Todo a Babor. <http://www.todoababor.es/articulos/art_2.htm>
• Gandarillas, M.A. (2000). La Invencible inglesa en Cartagena de Indias (Marzo de 1741). <http://usuarios.lycos.es/pay/lezo.htm>
• Lezo, Blas de. (1741) Diario de lo acaecido en Cartagena de Indias desde el día13 de marzo de 1741 hasta el 20 de mayo del mismo año, que remite a Su Majestad don Blas de Lezo. Museo Naval de Madrid.
• Mangado, P. (2003). “Blas de Lezo y Edward Vernon: la invencible inglesa frente a Cartegena de Indias”. El Astillero (núm. 5, págs. 31-38).
• Museo Naval de Madrid. (2006). <http://cvc.cervantes.es/actcult/museo_naval>
• Picatoste, V. (1898). “El general pierna de palo”. La Ultima Moda: Glorias de España (núm. 14).
• Pembroke, J. (1741) “True Account of Admiral Vernon’s conduit of Cartagena”. En: Michener J.A. (1990). Caribbean. Fawcett.
• Quintero Saravia, G.M. (2002). Don Blas de Lezo: defensor de Cartagena de Indias. Planeta Colombiana.
• Segovia Salas, R. (2003). Las fortificaciones de Cartagena de Indias: estrategia e historia. Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República. <http://www.lablaa.org/blaavirtual/historia/fortificaciones/indice.htm>
• Silos Rodríguez, J.M. (2006). La defensa de Cartagena de Indias. Todo a Babor. <http://todoababor.webcindario.com/articulos/defens_cartag.htm>
• Smollett, T. (1995). Roderick Ramdom. Penguien Classics.
• Torres, A.E. (1955). Homenaje a don Blas de Lezo. El último biógrafo del almirante Edward Vernon. Una versión inglesa de su asalto a Cartagena de Indias. Casanalpe.
• Victoria, P. (2005). El día que España derrotó a Inglaterra. Áltera.


jueves, 16 de febrero de 2012

General de La Carrera

Morir matando en el corazón de Murcia

14.01.12 - PEDRO SOLER

Hace doscientos años, el general Martín de la Carrera sucumbió a los disparos de soldados franceses en la calle San Nicolás de Murcia




Antes de fallecer, «tenía a sus pies a varios enemigos destrozados por su sable»

En la plaza de Santa Catalina fue abandonado por sus tropas, que se replegaron ante el ataque de los franceses

Murcia estaba ocupada por el general Soult, que exigió nada más llegar «1.200.000 reales, paja, cebada, carne, pan, vino y legumbres»

En aquella crónica del 27 de febrero de 1912, Martínez Tornel enviaba, desde 'El Liberal', «un saludo para los murcianos del año 2012, cuando celebren el segundo centenario». ¿A qué centenario se refería? ¿Pensaba que se iba a celebrar? Entusiasmado por las tradiciones y los acontecimientos murcianos, aquel entrañable periodista, propietario y director de 'Diario de Murcia', había escrito días antes que «acercándose el centenario de aquella gloriosa inmolación, debemos preparar algo para celebrarla debidamente». Se trataba de la muerte del general Martín de la Carrera, en la calle de San Nicolás, el 26 de enero de 1812, durante la Guerra de la Independencia.

Aquel acontecimiento y la figura del general habían sido borrados prácticamente de la memoria murciana; pero a los setenta años de aquel trágico recuerdo, «aún se ve correr por las mejillas de los ancianos una lágrima de dolor, al recordar la muerte del desgraciado D. Martín de la Carrera, general de las tropas leales (...). Difícil le hubiese sido al jefe francés la salida de Murcia, si todos los subalternos hubiesen tenido la actividad, exactitud y audacia de su joven caudillo; pero, abandonado con solo cien caballos de su escolta, se lanzó en medio de una población ocupada por cuatro mil franceses; y si no pudo vencer, halló una muerte gloriosa, que fue sentida de todos los buenos españoles».

Así lo narraba, en el número del 1 de junio de 1873 'El Chocolate, revista de literatura, modas y pasatiempos', un entusiasmado visitante, que firmaba como J. L. S. 'La Paz' (11-4-88) también daba su versión del acontecimiento, y relataba que el general De la Carrera «cercado por seis coraceros en la plaza Nueva se defendió a sablazos, con gran heroísmo, hasta que herido de un pistoletazo, cayó del caballo, muerto; por lo que deducimos que la lucha debió de ser desde la plaza Nueva (hoy de San Julián) por la calle de Lencería hasta llegar al centro de la de San Nicolás, donde está la lápida que recuerda esta desgracia».

Pocos días antes de su muerte, el general Villacampa, que se encontraba en Murcia, supo que se acercaban las tropas francesas. Desarmó a la población y abandonó la ciudad. El 25 de enero de 1812, el general Soult entró tranquilamente en Murcia, y exigió la entrega, en el plazo de una hora, de «1.200.000 reales, cuatrocientas varas de paño, tres mil raciones, alojamiento, paja, cebada, carne, pan, vino, legumbres, y todo con un término limitado de horas». Solo percibió una pequeña parte, «porque el Ayuntamiento -explicaba el alcalde- estaba exhausto y la población esquilmada por los sacrificios que venía haciendo por nuestras tropas».

A sangre y fuego

Además, hacía poco se había sufrido una epidemia de peste. Los franceses volvieron al día siguiente. Soult se alojó en el Palacio Episcopal, donde también exigió que se le sirviese un banquete. Pero «cuando aquella gente estaba en el 'gaudeamus' de la abundosa mesa y del buen vino, se presentaron varios soldados, anunciando que los españoles habían entrado en Murcia a sangre y fuego. ¡Qué sorpresa! Todos los comensales se levantaron, apuraron la última copa y se aprestaron a la defensa». Así lo escribía Martínez Tornel, quien también aludía a la caída que sufrió Soult por las escaleras del Palacio, debido a que bebió más de la cuenta, igual que sus oficiales, pues «no todos estaban firmes». Pese a todo, el general francés pudo montar a caballo y ponerse al frente de sus tropas.

El catedrático de la Universidad de Murcia Baldomero Díez Lozano, en su opúsculo 'La ciudad de Murcia en la Guerra de la Independencia', publicado en 1931, narra que el general De la Carrera había decidido atacar desde los caminos de Churra y Espinardo. Ordenó que el general Yebra entrase en Murcia por Churra, para encontrarse ambos en el Arenal, hoy plaza de Martínez Tornel.

Según el parte del general español Nicolás Mahy, la entrada de La Carrera desde Espinardo hizo huir a la guardia francesa del Huerto de las Bombas. El combate se centró luego en el Arenal y en la plaza de Santa Catalina. Los franceses sobre los que había cargado el general español, «dando la vuelta por otras calles, lograron envolverlo y consiguieron al fin, introduciéndose en la columna, causar la mayor confusión entre las tropas españolas, que escaparon hacia al camino de Espinardo y abandonaron al general español, quien -contaba Mahy- «fué víctima en esta acción de su valor, pues defendiéndose murió vendiendo su vida bien cara, sin haber querido rendirse».

'El Periódico Militar del Estado Mayor General', que se publicó los seis primeros meses de 1812, insertó este parte y los del Brigadier Rich y del Duque de Frías, pero «variando alguno de sus conceptos para, sin duda, no herir susceptibilidades de los individuos o cuerpos de los que tomaron parte en aquella desdichada acción».

Según uno de los partes, «Yebra entró en Murcia como se le había mandado, después de arrollar los puestos avanzados que halló en su camino y entró a galope, tocando a degüello y la tropa toda». Pero las tropas francesas lograron dominarlo. Yebra, a quien le mataron el caballo, huyó a pie hasta Espinardo. De la Carrera, después de la carga en que rechazó a los jinetes franceses, siguió con todas las fuerzas que llevaba. Para el duque de Frías la confusión entre soldados españoles fue tal en Platería que se relegaron hacia Espinardo, para seguir hacia Molina, «dudando de la suerte del General». De la Carrera fue abandonado por esta sección de sus soldados, que, «arrollados por los jinetes franceses, no pensaron sino en salvarse». Los franceses derribaron a tiros al general en la calle de san Nicolás, «cuando tenía a sus pies varios de ellos destrozados por su sable».

El coronel prusiano Schépeler, en su obra historiográfica sobre el reinado de Fernando VII, escribió que «La Carrera se vio rodeado por seis franceses en la calle de Vidrieros. Su brazo derribó a dos; el heroísmo de su noble corazón no le consentía ni aún el pensamiento de salvar su vida entregando su fiel espada al enemigo; y un tiro le alcanzó a dar cerca de la plaza, en la calle de San Nicolás. Todavía combatió hasta su muerte, en cuyos brazos cayó como un caballero».

En toda aquella batalla en el corazón de Murcia entre tropas españolas y francesas solo murieron dos oficiales y nueve soldados españoles; otros cuatro, heridos, y otros cuatro, prisioneros. «La pérdida grande, la irreparable, fue la del general D. Martín de La Carrera, cuya memoria durará en nuestra patria todo el tiempo que las generaciones presentes y futuras conserven el espíritu en que siempre han sabido inspirarse en admiración al valor y al patriotismo sublimes que distinguieron a tan heroico y preclaro español». Una lápida en el lugar donde cayó muerto recordaba su heroísmo.

El 13 de enero de 1912, Martínez Tornel volvía a recordar la batalla, porque «el caso es que acercándose el centenario de aquella gloriosa inmolación, debemos preparar algo para celebrarla debidamente». Y en 'El Liberal' del día 25 escribía: «Al llegar este centenario, varios amigos míos y yo hemos restaurado la lápida, haciendo resaltar la breve suscripción con letras de oro; el dueño de la casa, señor marqués de Pacheco, ha accedido a nuestra petición de enlucir la parte de fachada en que está colocada la lápida; el ilustre maestro, señor Martínez Tomás, que tiene su escuela en el principal de dicha casa, se ha adherido al pensamiento, prometiéndonos poner colgaduras e izar la bandera nacional; el sabio párroco, don José Díaz Pérez, nos ha prometido todo lo que queramos en la iglesia y lo que permita la rúbrica en el sitio, de modo que en la iglesia se dirá una misa rezada, a las doce de la mañana, y después se rezará un responso al pie de la lápida conmemorativa. Esta estará adornada con guirnaldas de flores y una corona de laurel y palmas, habiéndose encargado de este adorno el joven floricultor de la Puerta de Castilla, señor Moreno».

Esquela gloriosa

El mismo día 26, 'El Liberal' publicaba en primera página una esquela en la que se recordaba al «mariscal de campo, D. Martín de la Carrera, que murió gloriosamente en esta ciudad, luchando con los franceses, a los 39 años». Los iniciadores del homenaje invitaban «a todas las autoridades, civiles, militares y eclesiásticas y al pueblo murciano» a la misa y al responso que se celebrarán, «en testimonio de su gratitud y patriotismo y para dedicar una oración por el alma de aquel ilustre militar, honra el Ejército y gloria de la Patria».

También se publicaba un poema de Diego Hernández Illán, que evocaba, primeramente, a héroes de la Independencia, como Daoiz, Velarde, Ruiz, Palafox, 'El Empecinado', el alcalde Móstoles, el general Castaños y Agustina de Aragón; el asalto a Gerona, Zaragoza y Madrid; y batallas como Bailén y Arápiles; después, el poema se ocupaba de Martín de la Carrera, quien « al caer asesinado / por la soldadesca atroz / gritó con todas sus fuerzas / ¡Viva mi pueblo español!».

Como estaba previsto, los actos organizados por Martínez Tornel se celebraron con presencia del gobernador civil, comandante militar, alcalde y el diputado Salvador Martínez Moya; también, comisiones y jefes militares de Murcia, el cabildo eclesiástico, párrocos y miembros de la Real Sociedad Económica. El alcalde informaba al Ayuntamiento, ese mismo día de haber estado presente en el modesto homenaje al «valiente patriota, héroe de la Independencia». Y añadía que no había tenido tiempo de contar con los concejales, ya que se enteró del acontecimiento a través de 'El Liberal'. Hubo quien se lamentó, porque no se hubiesen concedido mayores honores a la figura del general. Pese a todo, se aprobó que el Ayuntamiento se hiciera cargo de los gastos que había ocasionado el homenaje.

Martínez Tonel se mostraba en su artículo diario henchido de gozo. Tras la misa, con órgano y violín, se repartieron velas entre los asistentes, «se revistió de capa el arcediano, don Ildefonso Montesinos, y se puso en marcha la comitiva hacia el sitio donde está la lápida», junto a la que se veía «una magnífica corona de flor natural de la que, en forma de brazos salían dos simbólicas palmas. De dicha corona bajaba una preciosa guirnalda de flores y laurel, que casi rodeando la lápida y, cruzándose al pie como un lazo. Cosa fina y sencilla». También hubo altar. «Cuando la comitiva llegó a este sitio y se cantó un responso, presentaba la calle el aspecto de un cuadro emocionante. Era el silencio sepulcral. Todos los hombres, descubiertos, con la vista puesta en el venerable y anciano sacerdote, que rociaba con agua bendita y perfumaba con el incienso e los altares el sitio donde cayó el héroe y su nombre, desde ayer, grabado en letras de oro. En algunos balcones, señoras arrodilladas; en los de la casa del señor Martínez Tomás, un grupo de niños de su escuela».

Y «con el sonoro acorde del 'Requiescat in pace' terminó la ceremonia, volviendo la comitiva a la iglesia y disolviéndose en la puerta de ella». Martínez Tornel alababa "la representación de los buenos murcianos, que aman sus glorias y sus tradiciones». Y enviaba ese saludo a los murcianos que, en nada han recordado al glorioso general. http://ababol.laverdad.es/component/content/article/39-cajon/3146-morir-matando-en-el-corazon-de-murcia

lunes, 13 de febrero de 2012

Tal parece que Dios es Español

Regimiento Murcia





El Regimiento de Infantería Murcia nº 42 fue creado según las Ordenanzas de 1694 en las que se citaba la necesidad de una reforma de los ejércitos de las fronteras. Por este motivo se llegaron a crear 10 Tercios, uno de los cuales se organizó en la ciudad de Murcia por lo que tomó el nombre de "Tercio Provincial Nuevo de Murcia", obteniendo el mando del mismo el Maestre de Campo D. Luis Fernández Daza. Después de un traslado a Barcelona y reorganizado nuevamente en Murcia, en 1699 se traslada a Ceuta donde se le conoció con el nombre de "Tercio de los Azules Nuevos".

En el año 1704, con la reorganización de los Tercios en Regimientos, toma la denominación de "Regimiento Provincial de Murcia", hasta que en 1707 pasa a nombrarse como "Regimiento de Infantería Murcia nº 2", hasta que finalizada la guerra de Sucesión y ya en 1715, cambia su numeración por "Regimiento de Infantería Murcia nº 24". Trasladado a la reconquista de Cerdeña, en 1718 toma el nombre de "Regimiento de Infantería Murcia nº 17" y después de muchos traslados a Orán, Algeciras y Ceuta, en el año 1741 cambia su número por "Regimiento de Infantería Murcia nº 21".

En el año 1760, su segundo batallón se traslada a Cuba, hasta 1762 y el primer batallón a La Coruña. Vuelto a organizar en la Península, en el año 1769 toma la denominación de "Regimiento de Infantería Murcia nº 20". Pasan muchas vicisitudes su dos batallones, normalmente separados, en diferentes zonas, Portobello, Panamá, Argel, Montevideo, Menorca, Gibraltar, Orán, Rosellón, hasta que al iniciarse la Guerra de la Independencia 2 batallones están en Portugal y el tercero en San Roque (Cádiz), al conseguir los dos primeros salir de Portugal, el regimiento participó activamente en la citada Guerra. Reorganizado en 1815 con el nombre de "Regimiento de Infantería Murcia nº 22", conserva su nombre hasta la reorganización de la Infantería en Batallones, por lo que tomó los nombres de "Batallón de Infantería nº 43" y "Batallón de Infantería nº 44", que fueron extinguidos ese mismo año. Vuelto a crear en 1847, gracias a las reformas del Marqués de Mendigorría, toma el nombre de "Regimiento de Infantería Murcia nº 37", denominación que conserva hasta el año 1931, en el que por las reformas de la República, el regimiento Murcia se fusiona con el "Regimiento Zaragoza nº 12" y constituyen los que se conoció como "Regimiento de Infantería nº 12", quedando de guarnición en la provincia de Lugo.


Finalizada la Guerra Civil española, en 1939 se organiza el "Regimiento de Infantería de Montaña nº 56", que en el año 1944 vuelve a su denominación de "Regimiento de Infantería Murcia nº 42" y pasando a constituirse en Agrupación en 1960 con el nombre de "Agrupación de Infantería Murcia nº 22". Vuelve a tomar su nombre de "Regimiento de Infantería Murcia nº 42" en el año 1963, para dos años más tarde y ya en 1965 constituirse como una Plana Mayor reducida con el nombre de "Regimiento de Infantería Murcia nº 42 Pl.M.R." y estando integrado en la Brigada de Infantería DOT VIII. Finalmente en el año 1987 fue disuelto.



ESCUDO DE ARMAS

El escudo de armas del Regimiento Infantería Murcia nº 42 se describe como: En Campo de gules, seis coronas de oro colocadas en faja, dos, dos y dos, entre ellas y en abismo un león de oro adiestrado de una lis de plata cargada de la leyenda “Priscae Novisimae Exaltat et Amor”, de sable, superado de corona de oro; bordura componada de Castilla y León. El todo timbrado de Corona Real. Tuvo como patrona desde su creación a la Inmaculada Concepción.



ACCIONES MEMORABLES DEL REGIMIENTO MURCIA Nº 42

"Guerra con Francia" (1694-1697).

"Defensa de Ceuta" (1699-1702).

"Guerra con Inglaterra" (1704); Combates de Gibraltar.

"Guerra Sucesión" (1704-1710); Destaca por sus acciones en las Batallas de Almansa y Villaviciosa.
"Guerra en Italia" (1717-1720); Reconquista de Cerdeña, sitio y rendición de la plaza de Cagliari
"Defensa de Ceuta" (1720-1723).

"Socorro de Orán" (1733).

"Guerra en América" (1760-1762); Defensa de la Habana.

"Guerra con Portugal" (1762-1769); Realiza numerosas conquistas en su guerra con Portugal e Inglaterra.
"Expedición a Argel" (1775).

"Guerra en América" (1777); Acciones en la zona de Montevideo y Río de la Plata.

"Expedición a Irlanda" (1779).

"Guerra con Inglaterra" (1781-1782); Participa en el sitio de Gibraltar y reconquista de Menorca.
"Defensa de Orán" (1791-1792).

"Guerra en el Rosellón" (1793-1795); Destaca en las acciones del Castel-Pignon y Valcarlos.
"Guerra de la Independencia" (1808-1813); participa en las batallas de Bailén, Tudela, Moguer, Chiclana, Albuera, Zujar, Sagunto, Tarancón.

"Guerra Constitucional" (1820-1823).

"Guerra de Marruecos" (1858-1860).

"Sucesos Políticos" (1872).

"Guerra Carlista" (1872-1876).

"Guerra de Cuba" (1896-1898).

"Guerra de Marruecos" (1921-1926); Destaca en la defensa de Mis-Krela, acciones de Ceuta y Tetuán.
"Guerra Civil " (1936-1939); Participa en los frentes de Alto del León, Aragón, Teruel, Ebro, Cataluña y Extremadura.



Entre las recompensas otorgada figuran: Medalla conmemorativa de la Batalla de Bailén, (1808), Cruz de distinción de Chiclana, Cruz de distinción de Albuera, Cruz de distinción de Tarancón, Cruz de distinción de la Fuga de Portugal, todas en 1815; Felicitación del Rey Alfonso XIII por la defensa de Mis-Krela (1922).

El Batallón de Infantería nº 44 llega a la ciudad en 1841, en junio de 1843 seguía de guarnición en Cartagena. Volviéndose a crear el Regimiento tomar su antigua denominación en 1847, gracias a las reformas del Marqués de Mendigorría, como Regimiento de Infantería Murcia nº 37, "EL LEAL".

 http://infcartagena.webcindario.com/1800a1850.htm